Cosas

capítulo de cosas

son prácticas hechas en casa, «medicamento casero» que con tanta propiedad llaman los de Esparza, que están orgullosos del mismo: es curioso que junto a una conciencia de la pobreza del remedio, y junto a una verdadera fascinación o deslumbramiento ante la llegada de la farmacopea actual, se dé este orgullo por lo propio; así Telesfora, hablando del agua de Sanblas para la garganta: «todos no nos moríamos: ya vivíamos: ya nos cuidabámos», cuando unas líneas más arriba había dicho de la cebolla a la brasa para las heridas aquello de «como no había más remedio» y «mira las inyecciones que teníamos antes»

son prácticas que no se terminan de abandonar, prácticas en las que se tiene una fé soterrada: es típico el movimiento pendular entre el médico y el remedio casero: «fuimos al médico y me recetó unos supositorios, pero no me hicieron efecto»; viene una mujer y «eso es muy bueno, ponerse al par del agua»; como tampoco es raro un tercer movimiento hacia la primera posición: «al fin llamamos al médico, me dió unas gotas y con aquello ya me solté»

hay fé en el remedio casero y hay estado de fé en términos generales, que podemos analizar por partes: primero una fé natural en el hecho medicamentoso, en la eficacia del remedio; así, y a propósito de la lana sucia caliente para las anginas: «y no sé si sería el calor o la suciedad o la fé que había en la receta»; y segundo una fé sobrenatural, una fé en la intervención divina sobre el mal; «yo no recuerdo que haya habido curanderos en Esparza, pero había algunas ermitas con unas santas, en las que tenían fé» refiriéndose a Sanjuán de Sigüés, abogado contra el mal de tripas

Sanjuán y Sanblás son los pilares espartzanos de esta vertiente; el ritual sanjuanero o solsticial de verano comienza con las abluciones antes de la salida del sol y fórmula ritual de «sarnafuera»; los que están en las bordas van a lavarse a las fuentes, los que están en el pueblo se lavan en el río, la cara según unos, el cuello y los pies según otros y hasta el cuerpo entero: «pa que no tendríamos sarna: así nos enseñaron»; terminadas las abluciones, llega la bendición del ramo de sanjuán o sanjuanlilia, compuesto fundamentalmente de sabuko, rosas y menda, aunque alguien metiera guindas ensartadas con hilos para comer en el día y «todo lo que se recogía»; bendición que se hace todavía, una vez terminada la misa, llevando el ramo las mujeres

terminada la cosa, se lleva el ramo a casa y se guarda para el resto del año, recogiendo los viejos y haciendo con todos ellos una fogata pequeña, de solos ramos, los niños, al pie de algun muro bajo, generalmente de era, como los que había en Maiatzaldea: «no, con más leña no: las flores, el humo y la flor haaaala jajajajaja»; saltando de la pared al suelo por encima de la fogata, mientras se pronuncia de nuevo el «sarnafuera»

el ramo bendecido tiene múltiples virtudes, en parte descritas ya: el agua de rosas para los ojos; los sahumerios de sabuko para los flemones; el ungüento de sabuko para heridas, flemones y quemaduras; la cocina tiene también su botín: la menda para los caracoles cuando se hacen solos «y para los matacutos, pa las morcillas»; la pocilga también: «pues eso para desinfectar; donde tenemos los cutos; lo mismo que se podría echar cuchol: después de que se da con el zotal las paredes y que con una escoba se untan verdá, y luego pues se baja en una pala unas brasas y se queman allá las flores de sabuko»; solsticio de verano y piedra angular de la medicina espartzana, «sanjuanlilia, me mecagüendiez, el ramo de sanjuán, lili quiere decir flor; sanjuanlilia, mecagüenlahistoria, ya lo creo: to'l pueblo»

por lo que hace a Sanblás, llevan a bendecir a la iglesia y antes a la ermita de Santirso, donde está todavía el santo, sal y pan fundamentalmente, con otras cosas que pueden ser manzanas y chocolate, algunos también una botellita de agua; una vez bendecidos los alimentos, se distribuyen entre personas y animales; las descripciones son muy poéticas: una casa grande llena de estancias poblada de animales de toda especie; una mesa rodeada de retoños; una imagen perdida para siempre; el pan, la sal y las golosinas para la mesa; la sal para las ovejas y, revuelta con el pienso, para las caballerías; el pan para cerdos, gallinas y palomas; el agua en fin para las afecciones de garganta; aguadesanblas, chocolatedesanblas, fiesta incomparable de sanblas: «antes, cuando teníamos ganao, ahora naaaada caso no se hace, pues nosotros teníamos las ovejicas ―dice una vez más abuelita Fidela, de casa Txandón― las cabras, gallinicas y todo; y solíamos bendecir sal y la vela, chocolate, pan y todo lo que se quería llevar; después, salir de la iglesia y repartíamos pa todos: pa los animales y pa la gente y pa todo, lo bendecido aquello, pues a trocicos: a las ovejicas jijijijiji a la mano les dábamos; la sal pues laminaban allí; tal como esto así una tabla, y allí echarles y de allí lamían sí la sal; luego el pan a la boca les dábamos los trocicos; el chocolate y eso no, eso pa las personas; pero todo lo demás, a la boca les dábamos»

semanalmente y en la misa de los domingos, se renueva el rito de la papamexa o pan bendito: se lleva a la iglesia por orden de casas, partido en trozos pequeños por un lado y en un trozo grande por otro; los trozos pequeños los comen durante la misa, persignándose al recibirlos y guardando algunos, si quedó gente en casa; el trozo grande se le ofrece al cura

antes se bendecían los campos el día tres de mayo o de Santacruz: cuatro días antes, 29 de abril, Sanpedro mártir, se bendecían los gorrillones o espinos para los palos de las cruces; y el día de la fiesta, la cera para unirlos; una vez hechas las cruces, como de palmo y medio el palo mayor, se va con ellas al campo y se ponen una, dos y hasta tres, según su extensión, rezando un padrenuestro: «pa guardar de la pedregada, de la mala nube»; el párroco, por su lado, iba a las cuatro cruces o puntos cardinales de la jurisdicción, a horas de camino del pueblo, y allí bendecía los campos; cuando al segar se tropezaban con una cruz, se reunían los segadores entre muestras de alegria y celebraban la cosa echando un trago de la bota

una de las amenazas contra la que se pedía con más fervor el favor del cielo era la del granizo o tormenta: cuando a pesar del rito de mayo descrito, asomaba por los confines de Esparza la mala nube, el sacristán ponía en movimiento la campana de Sanandrés, que ya no dejaba de tocar hasta que la tormenta desaparecía, poniendo en marcha con el arrebato el mecanismo del conjuro: los que estaban en el pueblo se aprestaban a llegar al atrio; los que andaban trabajando en las inmediaciones también; y reunidos todos, asistían a las fórmulas rituales que recitaba en latín el sacerdote, revestido de sus ropas y con la cruz procesional: «pues aquí lo que te puedo decir yo ―dice Angélo―es que no sé si será por esto ―alguna cosa tendrá― pero siempre que s'ha presentao aquí tormenta mala y ha empezao a echar piedra, tocas la campana y se tiende el nublao: ya no hace el daño que debía hacer; conque algo 'instinto ya tendrá»

las mujeres enfin se quedaban en casa, encendían una vela mientras invocaban a los santos, a Santabárbara sobre todo: «santabárbara bendita, qu'en el cielo estás escrita, con papel y agua bendita; santabárbara doncella, que nos libre de las malas... ay amá... que nos libre de las malas... y de las centellas: un padrenuestro y un avemaría: d'eso me acuerdo, mira»

son prácticas comunes en el país; lo específico venía en Esparza de manos de Santirso, abogado contra el reúma con predicamento en el valle y en el extranjero, pues desde Francia venían en busca de remedio; el remedio se daba después de la misa del 28 de enero, que es su festividad; el pueblo guardaba fiesta y subía en romería a una con los forasteros, que debían pasar una noche animada, a juzgar por la alusión de Lucas «y pasaban una noche bastante buena la víspera»; el enfermo llevaba su porción de aceite que mezclaba con el de la lámpara; otros regalaban una botella y cogían una cantidad menor y la bajaban a casa; otros bajaban sólo un algodón o hilo de lana untada en el aceite milagroso y lo aplicaban cuando llegaba el mal; otros en fin se aplicaban allí mismo el remedio, que no consistía solo en untar la parte aquejada con el aceite bendito, sino también en poner el hilo de lana en las muñecas o en las rodillas

al final de la misa era la bendición, y allí iban en cola las mujeres para la untura o el apresto; la fiesta era muy popular, venían gentes de los valles vecinos y de la Soule; Bárbara Remondegui, de Jaurrieta, le cantó a Azkue dos estrofas de las muchas que se cantaban; Gabriel Arozarena le ha cantado al escritor una más, que es la segunda; la primera la dicen comidos de envidia los de Jaurrieta; la segunda la cantan llenos de orgullo los del lugar; la tercera la debió componer el sacristán, como se puede ver:

Espartzako erria                                                     El pueblo de Esparza
tellaz gorri gorria                                                    de tejas rojas rojas
bizi denak ikusien du                                             el que viva verá
bulux gorri gorria                                                   desnudo del todo

Espartzako erria                                                     El pueblo de Esparza
tellaz gorri gorria                                                   de tejas rojas rojas
bizi denak ikusien du                                            el que viva verá
aniz iago pollita                                                      todavía mucho más bonito

San Tirso dago negarrez                                       San Tirso está llorando
gizon arrotz bearrez                                              necesitado de forasteros
kapellan jaunak erran omendu                          el señor capellán dicen que dijo
aserik dagola arrotzez                                          que está harto de forasteros

hoy se han perdido los ritos de las cosechas y el del aceite de Santirso; quedan en pie el semanal de la papamexa y los ritos de Sanblas y los solsticiales de verano o de Sanjuán mutilados: sin abluciones por la mañana, ni hoguera de rosas al mediodía ni fórmula ritual de «sarnafuera» por lo tanto; pervive no obstante el rito en el seno de la casa: abuelita de casa Txandón nos sorprende con esta confidencia: «el día de Sanjuán por la mañana pues al río ibámos, allí a lavarse jijijijiji; este año no m'he acordao, pero ya me lavé después jajajajaja», y Dionisia Gárate formula quejas de fina sensibilidad como ésta: «pero ya se terminó entonces todo eso; ahora, como no hay nada, ahora los ramos los quemo yo cuando me parece»

hay finalmente un grupo de prácticas medicamentosas que dicen relación a una fé o creencia preternatural, prácticas sobre todo para librarse de las berrugas, en las que no actúa una causa natural, ni se apela a la estrictamente sobrenatural, sino a poderes ocultos, de significado totalmente desconocido para el paciente, como poner en un cruce de caminos y debajo de una piedra tantas hojas de boj como berrugas se tengan; o simplemente en un agujero cualquiera pero traídas las hojas de un pueblo próximo: o más concretamente en la muga del término; y mientras se van secando las hojas, se secan las berrugas

cuando falla el rito, cabe someterse a prácticas humildes como frotar las berrugas con una manzana dura partida por su mitad, procurando no mojarlas durante el tratamiento; o restregarlas con pelo de virgen, es decir semilla de aulaga: «saca un caldo verde verde verde: coger y fueeeerte, hasta que se deshaga todo eso: con eso desaparecieron»; otros prefieren caminos más expeditivos como el hierro candente; otros optan por un camino intermedio, mitad preternatural, mitad natural: hay en efecto una comunicación debida a Pedro el de Angélo muy curiosa: «un limaco royo grande, que sale en el monte, esa babosa, rancar la berruga y cuando estaba en sangre, en plena sangre, con aquello; y después se llenó de moco y la puse en un palico de boj seco, y conforme se iba secando el limaco, se fue terminando la berruga y no salió más; ese limaco que digo yo, llamamos en vasco baranga; ¿sabes quién me dijo a mí esa operación?: el difunto Josemanuel»; finalmente le contaron al escritor que en Usun solían curarlas hacia 1920 diciendo después del orate fratres la fórmula mágica: «burruga quita'te»

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